El juego es tan esencial para el desarrollo integral en la infancia que fue reconocido, en 1989, por la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas como un derecho de todo niño. De acuerdo a los expertos, contribuiría a potenciar las habilidades cognitivas, físicas, sociales y emocionales de niños y adolescentes.
Sin embargo, a pesar de que sus beneficios han sido ampliamente reconocidos, la rapidez del mundo moderno, la falta de tiempo, el uso y abuso de las tecnologías y la importancia de cumplir con las responsabilidades académicas, entre otras cosas, le han restado tiempo al juego.
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De acuerdo al paper “Go out and play, but mean it” publicado en el Social Science Journal, éste podría ser definido como “cualquier actividad espontánea u organizada que entrega placer, entretención, atracción o diversión”.
La Academia Americana de Pediatría (AAP por sus siglas en inglés) explica que el juego les permite a los niños desarrollar la imaginación y la creatividad, inventando mundos propios en los cuales pueden superar sus miedos al asumir otros roles. Por otro lado, les es posible potenciar nuevas habilidades, lo cual les daría confianza en sí mismos para enfrentar nuevos desafíos y no darse por vencidos antes de intentar o cuando se enfrentan a un obstáculo.
Además, les entregaría la oportunidad de aprender a trabajar en grupo, compartir, negociar y resolver conflictos. Y cuando los adultos permiten que el juego sea dirigido por los niños, éstos pueden descubrir cuáles son sus áreas de interés, tienen la posibilidad de moverse a su propio ritmo y practicar la toma de decisiones, según reporta la AAP.
Por otro lado, el juego físico les daría la posibilidad de trabajar habilidades motrices, mantenerse más activos y saludables. De hecho, de acuerdo al Centro Médico Infantil de Carolina del Norte, ayudaría a disminuir el riesgo de desarrollar condiciones a la salud como enfermedades coronarias, presión alta, diabetes y obesidad, entre otras.
Además, la AAP asegura que presenciar el juego de los hijos también es una oportunidad para los padres de observar el mundo desde la perspectiva infantil y de reforzar la relación si se unen a la actividad. Esto se debería a que, al participar en el mundo infantil, lo adultos tendrían la oportunidad de aprender a comunicarse de manera más efectiva con sus hijos y ofrecerles orientación.
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