La leche materna es el primer alimento que consumen los seres humanos en toda su vida, y contiene los nutrientes que el bebé necesita para crecer de manera saludable.
Debido a que durante el primer año de vida el crecimiento es bastante acelerado, la buena nutrición es fundamental, aspecto en el que la lactancia materna juega un rol fundamental.
Según el Ministerio de Salud (Minsal), lo recomendable es que el niño reciba esta leche de manera exclusiva durante los primeros seis meses de vida, “y que constituya parte importante de la alimentación hasta los dos años”.
En tanto, la leche materna ayudará a proteger a los recién nacidos de contraer infecciones respiratorias, gástricas e intestinales. No sólo eso, ya que además favorecerá un buen desarrollo óseo, dental y mandibular.
De acuerdo a datos del Minsal, se ha “demostrado que niños prematuros alimentados con leche materna tienen un coeficiente intelectual (medido a los 8 años) significativamente superior a los que no recibieron leche materna”.
Pero la lactancia materna no sólo tiene directas consecuencias en los lactantes, sino que también en la propia madre. Esto, ya que la succión de la mama inmediatamente después del parto podría reducir en la madre los riesgos de hemorragia, mientras que la lactancia propiamente tal genera cambios metabólicos en la mujer, lo que le ayuda a aprovechar de mejor manera los alimentos que consume.
En tanto, la lactancia materna también le ayuda a disminuir el riesgo de desarrollar cáncer de ovario, de endometrio y mamario durante la menopausia.