¿Por qué las personas no quieren dejar los malos trabajos, pese al maltrato y la explotación? Lo más lógico es porque necesitan el dinero para subsistir, pero hay ocasiones en que la respuesta puede ser otra.
El síndrome de Estocolmo, famosamente conocido como un trastorno en que una víctima siente compasión por su agresor e incluso se enamora de dicha persona, también puede darse en el ambiente laboral, explica el psicólogo Nahum Montagud Rubio en el portal Psicología y Mente.
“Puede sorprender, pero hay personas que, pese a ser tratadas muy inhumanamente en su puesto de trabajo, no quieren dejarlo. Este es el síndrome de Estocolmo laboral», indica.
El profesional detalla que esto no es considerado un criterio diagnóstico, pero sí se pueden identificar síntomas. Puede ocurrir cuando alguien se siente muy identificado con su trabajo y es muy leal a la empresa, pese a que allí sufre maltrato psicológico y/o físico de parte de su jefe u otros colegas. En este tipo de situaciones, es común que las víctimas justifiquen el comportamiento de sus agresores e incluso sientas que lo merecen.
Igualmente puede darse que la persona esté tan acostumbrada a los malos tratos, que haya normalizado esa actitud.
Sobre este tema, el psicoterapeuta estadounidense James Ullrich acota, en el portal de psicología Psychology Today, acota que, en este síndrome, “como en una dinámica de secuestrador y secuestrado, el empleador ciertamente tiene controla el destino del empleado (ellos firman los cheques y generalmente pueden despedirlos en cualquier momento)”.
Síntomas
Respecto a los síntomas, Ullrich especifica que “el empleado experimentando el síndrome de Estocolmo laboral usualmente muestra una tendencia a formar un vínculo emocional con la compañía, en detrimento de su propia salud emocional. El empleado racionaliza el maltrato del empleador como algo necesario por el bien de la organización en su conjunto, y defiende con molestia las acciones del empleador de la gente externa que lo cuestiona”.
Por su parte, Montagud apunta como algunos síntomas el tener una relación con el jefe o los colegas que está basada en el miedo y la falta de respeto, mala convivencia con ellos, un ambiente laboral tenso y tóxico, enfocarse sólo en lo positivo y dejar de ver lo negativo, y el no querer o sentir que no se puede abandonar la empresa pese a los malos tratos, sueldo injusto u otros problemas similares.
Consecuencias
Como en toda situación de maltrato, darse cuenta de que se está siendo víctima de un comportamiento anormal y salir de ahí puede ser difícil.
“Pasar los días bajo presión psicológica en un ambiente así es inherentemente poco saludable. Además, es poco sano para los amigos del trabajador y los integrantes de su familia, quienes inevitablemente recibirán la rabia mal enfocada, que debe ser liberada de alguna forma (…) Romper el ciclo es difícil, especialmente en una cultura que valora el trabajo y la riqueza por sobre la salud emocional, pero los abusadores no merecen lealtad”, expresa Ullrich.
Montagud apunta otras consecuencias, como que “el empleo no siempre es un foco de bienestar pero, desde luego, no sentirse para nada a gusto en él genera gran frustración. Esta frustración puede contribuir a que el trabajador padezca trastornos psicológicos, habitualmente ansiedad y depresión (…) Con el paso del tiempo es frecuente que las personas que padecen el síndrome de Estocolmo laboral desarrollen indefensión aprendida. La víctima se acostumbra a ser manipulada y maltratada».
Si piensas que estás o que algún cercano está pasando por este síndrome o por otras situaciones problemáticas relacionadas al trabajo, te aconsejamos acudir a un profesional de la salud mental. Además de ayudar a superar la condición, también puede proveer pruebas médicas que sirven para ser usadas en el ámbito judicial, en caso de que el afectado decida interponer una denuncia.