La pandemia está trayendo gran cantidad de consecuencias en nuestras vidas y el impacto de ellas no siempre se ve de inmediato. Tal es el caso del retroceso en el desarrollo y aprendizaje, que pueden estar sufriendo bebés y niños a nivel mundial.
Este fenómeno sería real y estaría ocurriendo actualmente, asegura Nancy Close, doctora en Psicología y Académica del Centro de estudios infantiles de la Facultad de Medicina de Yale, así como directora adjunta del Programa de Yale sobre la Educación en la primera infancia.
En entrevista con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la experta indica que, “estoy observando un retroceso notable, superior a lo que suele considerarse adecuado en términos de desarrollo. He visto a niños que han dado marcha atrás en el uso del lenguaje propio de los bebés y que necesitan más ayuda de lo que es normal en esa edad en sus rutinas diarias, como dormir o ir al baño”.
Además de ello, también afirma haber notado una diferencia en el comportamiento de algunos niños y adolescentes, en especial en lo referente al control de las emociones más intensas.
“Puede ser muy difícil enfrentarse a sentimientos complejos y manifestarlos, así que estamos viendo rabietas tanto en niños más pequeños como de edad más avanzada, incluso en estudiantes universitarios”, expresa.
Aunque recalca que no sólo ocurre en infantes: “También los adultos retrocedemos cuando aumentan nuestros niveles de estrés, o bien al experimentar cambios y transiciones. Creo que es importante tener en cuenta que se trata de un fenómeno del desarrollo que puede darse desde la infancia hasta la edad adulta”, manifiesta.
En esa línea, acota que “hemos detectado que a los niños les entristece mucho no poder estar con sus amigos o sus maestros, reaccionando con emociones y comportamientos intensos, en relación a los cambios que se están produciendo en las escuelas. Esta incertidumbre está aún más presente, y es mucho más desalentadora porque a todos nos está costando conseguir que las cosas sean normales y predecibles”.
Agrega también que “por este motivo, los niños pueden sentir más ansiedad y frustración y, como consecuencia de ello, sufrir alteraciones en su comportamiento”.
¿Cómo pueden los padres enfrentar estas situaciones? La especialista de Yale sostiene que “pueden ayudarlos a encontrar la manera de controlar sus emociones (por ejemplo, salir a pasear o a correr, respirar profundo, pintar o dibujar), o a buscar el modo de poder mantener el contacto con sus amigos y familiares”.
Y advierte que «estas técnicas no pueden utilizarse mientras están teniendo la rabieta, la que una vez regulada el adulto a cargo puede decirle: ‘Te has enfadado mucho. Me gustaría saber qué te pasa’. Esto podría ayudar a descubrir los sentimientos que hay detrás de esas rabietas”.